Chen de Capella

BHCR_16 – Sublevaciones y atropellos en Benabarre

Fallecido D. Martín de Gurrea en el 1581, le sucedió su hijo Fernando casado con Dña Juana Persentón, dama favorita de la Emperatriz Dña. María, viuda del emperador Maximiliano y hermana del rey, y que residía en Madrid en el convento de las Descalzas Reales.

Esto le dio algún favor en la Corte, y queriendo reivindicar sus derechos, pidió al virrey de Aragón (Conde de Sástago) que le pusiera en posesión del condado. La respuesta fue negativa, contestando que no tenía órdenes de dársela.

No satisfecho, D. Fernando, envió hasta 4 embajadas al rey; y Felipe II pidió informes sobre el condado y todo lo ocurrido.

El virrey conde de Sástago, después de haberse informado de las cosas de Ribagorza para hacer el informe que S.M. le había encomendado, comunicó que había hablado con el Abogado Fiscal como S.M. le había ordenado y que a ambos les parecía que las cosas de aquella tierra están en “Harto ruin estado”, que los síndicos se han apoderado del gobierno, jurisdicción y rentas y que sólo se hace lo que ellos quieren; no hay oficiales reales que suban a ejecutar providencias de esta Audiencia; habiendo sido maltratados los que lo han hecho; y han dado aviso de que no suban a esta tierra para ese menester.

He escrito a personas que al Abogado y a mí nos han parecido que podrían decir con libertad lo que está ocurriendo; V.M. verá por sus informes los resultados.

Ellos creen realmente que lo que hacen lo pueden hacer por privilegios reales, que pretenden poderlos defender de cualesquiera forma.

Por todo esto parece digno el dar remedio a esta tierra por ser gran inconveniente estar tan destituida de justicia y llena de ruin gente; y como tengo dicho a V.M. en otras ocasiones, en esta tierra y en la de Monzón se cría y conserva toda la gente ruin de este reino, tanto por aparejo de la tierra como por la falta que en las dos hay de justicia. De aquí salen a inquietar a toda la vecindad, por lo que las dos necesitan de particulares remedios antes que el daño sea mayor.

A otra consulta de rey  el Conde  de Sástago contestó: “En lo que V.M. mandó, que el Fiscal y yo digamos el remedio que esto podría tener, decimos que podría ser que el Gobernador con carta de V.M.  como credencial, suba a aquel Estado y los desengañe de sus opiniones y entiendan que la voluntad de V.M. es de que reine la justicia y vivan con ella, y obedezcan a sus ministros y oficiales tal y como si V.M. fuera quien ordenara; y que esté algún tiempo con ellos para hacer que así lo cumplan. Para sosegarles podría ser remedio que se redujera a un menor número las condenas de la mucha gente que se han realizado a instancias del Conde.”

Dos meses después le decía, que conforme a lo que S.M. le había mandado de que se tratase en los consejos civil y criminal con el abogado fiscal el orden que debía seguirse en las cosas de Ribagorza… “Habiendo por dos o tres días platicado sobre ello, estamos todos conformes que no hay otro camino que el mandar V.M. con mucho rigor a los del dicho Condado que respectivamente obedezcan a los oficiales reales y a los del Duque y las provisiones que estas Audiencias y Cortes de Justicia de  Aragón emanasen; y que no pongan otros ni mas oficiales que los que había antes de estos bullicios se acostumbraba a poner, y no usurpen ni se tomen las rentas que pertenece cobrar al  Duque; y que haciéndolo así se podrá asegurar la tierra y proveer lo que su gobierno convenga.

Pero además de esto, lo que a mí me parece es que convendría que este Estado fuese de V.M., tratando esto con el Duque, dándole la recompensa que pareciere emitiendo que no está fuera de ello el Duque y los del Condado”..

Consultado por el Rey el Arzobispo de Zaragoza D. Andrés Santos, que había sido Inquisidor de Aragón y obispo de Teruel, abundó en las mismas o parecidas razones de las emitidas por el Conde de Sástago. Otros informes y documentos de aquellos tiempos dan a entender que en aquel territorio reinaba el desorden y la anarquía.

De todos estos informes resultaba claro el derecho del Duque, los desmanes de los vasallos y la necesidad de pronto remedio; y que el más eficaz será el incorporar a la Corona el estado de Ribagorza, dando al Duque la debida recompensa, en lo que estaban conformes conde y vasallos y con lo que se hubiera evitado las turbulencias y desgracias que en los años siguientes ocurrieron.

Entre las causas de la demora que para el arreglo de esta cuestión existían, una principal era la encarnizada enemistad del Conde de Chinchón con los de Villahermosa y la parsimonia del Rey que no quería dar una gran recompensa al Duque, por último la impaciencia de los partidarios del Duque que viendo esta falta de decisión de la Corte apelaron a las armas.

En las Cortes de Monzón de 1585, se trató del fuero de “Revelione Vasallorum” en la que el Rey, por voluntad de las Cortes, dispone de los vasallos que se rebelasen y tomaren las armas contra sus señores, incurriendo en pena de muerte; y los que no acudieran y ayudasen al Señor en estos casos, fueran tenidos, por esto, como culpables.

En estas Cortes, se ordena se le dé posesión del Condado al Duque de Villahermosa; pero pasó más de un año y medio sin tomar ninguna resolución; ni para cumplir lo ordenado en las Cortes de Monzón, ni para castigar los desacatos de Ribagorza.

Pretendiendo los rebeldes del condado, que la sucesión del mismo otorgada por el Rey D. Juan al Gran Duque D. Alfonso había expirado, que el rey no había separado el condado de la Corona y que por las condiciones de la  sucesión podían ellos a su arbitrio darse el señor que les pareciere; fundados en estas inciertas afirmaciones, o movidos por ocultas gestiones palaciegas (el Conde de Chinchón en odio a la casa de Villahermosa) formularon sus quejas llevando adelante su desobediencia.

El 30 de Diciembre de 1585, ordena Felipe II, que el Duque de Villahermosa fuera puesto en posesión del Condado de Ribagorza con la asistencia de los ministros y oficiales de S.M., comisionando para ello a D. Manuel Sesé (Bayle de Aragón) con credencial dirigida al Consejo General de Ribagorza.

A su llegada a Benabarre, halló al pueblo agitado, y en armas a la gente de Ager; y envió a decir a este y ha Jerónimo Gil, que procurasen apaciguar los ánimos; pero contestaron que no harían nada si sus contrarios: Juan de Bardají (Señor de Ramastué), Juan Suñol, Blas Monsarrate, Antón Porras, Micer Ribera y otros no les obligaran a otra cosa.

Así las cosas y con el ánimo de apaciguar, el Bayle ordenó a Bardají y a los suyos que salieran de la Villa; mas una vez fuera, la gente de Ager y resto de sublevados, asaltaron sus casas cometiendo toda clase de atropellos, hasta poner mano a las mujeres que huyeron descalzas y desnudas albergándose en el Castillo del Señor de Pinzan.

No contento con todos estos excesos, Ager amenazó a Sesé con gran osadía y sin ningún miramiento. A la visto de todo esto el Bayle se volvió a Zaragoza dando cuenta al Rey de lo ocurrido y dejando al país sublevado.

Informado Felipe II de la sublevación habida en el Condado de Ribagorza, mandó reunir al Consejo, al abogado Fiscal y al Gobernador; siendo todos del parecer que había que darle posesión al Duque de Villahermosa; aunque esto quedó en suspenso hasta 1587, año en que Felipe II juntó tropas para atacar a los rebeldes, tomando parte de estas D. Juan de Bardají, acaudalado propietario y con gran prestigio en Ribagorza; enemigo de Ager (uno de los caudillos de los sublevados) por haber dado garrote a uno de sus parientes, Rodrigo de Mur, Antonio y Juan de Bardají, señores de Concas y Vilanova; hijos de Gaspar Bardají ( los principales de Ribagorza) y D. Francisco Gelabert señor de Albelda.

Con esta tropa, en la noche del 29 de Mayo de 1587, cargó por sorpresa sobre Benabarre, tomándola al día siguiente, atacando vigorosamente las casa en las que moraban los rebeldes. Las más fortificadas eran la torre de Micer Beranuy y la de Jerónimo Gil que resistieron fuertemente durante unas horas y hasta que el capitán de artillería Mr. D´Agut, cargó un cañón derribando las puertas lo que favoreció la penetración de los soldados del Duque que cogieron prisionero a Puyalet (criado de Ager) y posteriormente le apuñalaron.

Tras la toma de esta casa se dirigieron a la de Jerónimo Gil, donde estaba Ager y los suyos. Ager se rindió al Barón de la Penilla que al poco les dio libertad a Ager y a cuatro más. No fiándose el rebelde de los vencedores, se encerró en su casa subiéndose a lo más alto armado de escopeta y dispuesto a resistir; pero al ver que incendiaban el edificio con él dentro, se entregó a Juan Bardají (señor de Vilanova).

Al final, murió a manos de un soldado. Su cabeza fue colgada en la puerta de Benabarre. Acto seguido, saquearon las casas de los partidarios de los sediciosos; entre ellas la de Jerónimo Gil y Medardo Sancerni. Creyendo ya sofocada la rebelión, abrieron las cárceles y pusieron en libertad a los presos.

Mientras, otros sediciosos habían reunido en Calasanz 400 hombres. Graus se hartó de disuadirlos, sin que atendieran a sus razones; por lo que mandó jurados presididos por un docto dominico de su convento. Al ver la comitiva, los sediciosos salieron contra ellos quedando el dominico en su poder, al que querían matar en venganza de la muerte de Ager.

El Señor de la Penilla, tomó Calasanz, llevando a Benabarre los despojos y los prisioneros. De los 70 hombres que llevaba el de Mur sólo murió uno.

Lejos de darse por vencidos y extinguidos los sediciosos, se reorganizaron y tomaron nuevos bríos. Sabedores de que el Barón de Benasque venía con gente armada, le salieron al encuentro hallándole descansando en unas casas próximas a la villa, le atacaron; pero fueron derrotados por los del Barón; entrando éste en Benabarre con 80 prisioneros habiendo dado muerte a muchos más.

En el saqueo de la casa de Ager, según Lanuza, se hallaron cartas de persona influyente del Gobierno de éste reino que le escribía instándole a que persistiese en sus alteraciones y desobediencias al Duque, al pueblo y gente del Condado. De esto, dan la culpa a un grande privado de S.M. (el Conde de Chinchón) por la mucha mano que tenía en este reino y por el gran odio que profesaba al Duque de Villahermosa.

Dueño ya del Condado, el Duque envió a su hermano D. Francisco a la Corte para explicar y justificar los motivos de su conducta; pero en la Corte habían mirado esta conducta con malos ojos; siendo fácil para el de Chinchón dar a su odio nuevos desahogos. Se trataba de indagar si el Duque de Villahermosa había incurrido en algún delito al proceder a la fuerza y por propia autoridad en la conquista del Condado. Fallaron a su favor. A la vista de este asunto, fácil es de creer que el de Chinchón apelase a toda suerte de actos fomentando la rebelión en Ribagorza.

D. Francisco Gelabert, que aunque apasionado partidario del Conde, parece decir verdad en éste como en otros testimonios relata:

“ que disgustados los ministros reales de los buenos sucesos del Conde y en particular el virrey, Conde de Sástago, y el Teniente del Gobernador (Alfonso de Cerdán), procuraron renovar las fuerzas de los rebeldes, tan sin rebozo que llamaron a Luis de Bardají señor de Benavente, del mismo Condado, y le propusieron tomar a su cargo el caudillaje de los rebeldes; lo que fue fácil de persuadir por ser mucha su pobreza y no poca la promesa que falsamente de parte de S.M. le hicieron. Era pariente cercano del Barón de Concas y del de Vilanova. Era según dice Lanuza buena persona de buen natural y grandes partes; y sorprendió a todo el mundo su resolución por esta causa.”

Dado ya caudillo a los rebeldes, continúa Gilabert, les pareció a los ministros reales que necesitaban de fuerzas. Así procuraron con un caballero catalán que les favoreciese con la gente que podría, por tener en aquella ocasión  mucha amistad con Cadell,  cuya cuadrilla recorría la tierra robando. Este caballero catalán en principio recusaba de hacerlo, pero fueron tantas las promesas  que el Conde de Chinchón con cartas y el Conde de Sástago de palabra  le hicieron en nombre de S.M. que al fin se ofreció en ayudarles.

De resultas de estos tratos , entró en el Condado en ayuda de los sublevados el Miñón de Montellar, bandolero y salteador famoso de Cataluña, con 200 hombres malísimos y crueles que formaban su cuadrilla; y reunidos con los rebeldes del Condado, acordaron atacar a Graus que era de la parcialidad del Conde como lo había manifestado siempre con notables demostraciones.

El 27 de Septiembre de 1587, cuando en esta villa (la de más trato y comercio del Condado) se iba a dar principio a la feria de San Miguel, que solía ser muy concurrida, se presentó el Miñón a sus puertas acompañado por otro bandolero, Luís Valls, natural de Lérida, con 300 ladrones de todos los países y algunos de la misma tierra de Ribagorza, con disposición de ocupar la villa.

Empezaron oponiéndose los vecinos de la villa, y sin duda hubieran evitado la entrada; pero los jefes y caudillos de los bandidos, se valieron de una estrategia singular según los síndicos de Graus: “ Apelaron la voz del Rey y del Santo Oficio de la Inquisición, gritando que traían comisiones suyas y diciendo ¡¡Traidores temed al Rey y temed al Santo Oficio!!. A estas voces los de la villa y señaladamente los oficiales de ella, como los celadores del servicio de S.M. y los del Santo Oficio, se detuvieron y consintieron su paso para ver si decían la verdad. Con este engaño, los dichos Miñón y Valls con sus bandidos, se pudieron apoderar de la Villa y pasarla a saco como hicieron.

Hubo en este asalto muchas muertes de los partidarios del Duque, quemando casa y oratorios, y muchos desacatos al honor de las mujeres; y hasta pusieron sus manos en los vasos sagrados de los templos, colgando los cálices como si estuvieran a la venta y haciendo almoneda con ellos a los sacerdotes piadosos que para poner fin al escándalo, los rescataban por no pequeñas sumas.

Robaron, según los síndicos en efectos traídos para la feria y en el dinero que hallaron en las casa por valor de 40.000 ducados, todo lo cual cargaron en acémilas (mulos, bestias de carga) y lo enviaron a Cataluña donde tenían su guarida.

Duró esta tiranía 6 días, al cabo de los cuales los de Graus pidieron socorro al Varón de Concas (procurador) y al de Vilanova, (Justicia del Condado). Su gentes cerraron a los ladrones dentro de la Villa y los apretaron todo lo posible por un día y una noche, pero la segunda noche pudieron huir, saliendo por un muro de la sierra de Nuestra Señora de la Peña; paso ignorado por los sitiadores.

Los oficiales del Duque, persiguieron a los bandoleros hasta Estadilla. Haciéndoles frente, cayó muerto de un arcabuzazo el señor de Vilanova; suceso que tuvo la persecución y facilito al Miñón su retirada a Cataluña.

Viéndose en su guarida del Coll de Nargó (tierra absolutamente de ladrones) y creyéndose ya seguro, otro bandolero contrario suyo, que solicitado por los partidarios del Duque y que tenía su gente preparada para socorrer a Graus, cayó tan de improviso sobre el Miñón y su cuadrilla cuando se estaban repartiendo lo robado, que matando a muchos de ellos los puso en huída, les quitó el botín y les hizo cruzar el río hasta que con la oscuridad de la noche y la aspereza del terreno de la otra parte del río dejó de perseguirlos ; quedando el Miñón y los suyos tan corridos y escarmentados que tardaron muchos días en salir de ese paraje.

Aunque el Miñón se había retirado, no dejaban los sublevados del Conde con su caudillo el Señor de Benavente, de inquietar a los que tenían la voz del conde y de trabar con diferente fortuna escaramuzas y combates con el de Concas que los iba siguiendo.

El 22 de Enero en que se debía reunir el Consejo General del Condado, cada parte reunió el suyo, los del Duque en Benabarre, y los sublevados en Capella. Al del Duque sólo acudieron los síndicos de Perarrua (nada se pudo tratar) al de Capella todos los pueblos contrarios al Duque, acordando hacer un gran esfuerzo para tomar Benabarre y su castillo, y echar para siempre al Duque del Condado, nombrando un gobierno de 4 síndicos : uno de Calasanz, otro de Capella, otro de Güel y otro de Arén.

Hombres ignorantes y toscos que tenían el nombre de gobierno, pero todo lo disponía el apetito de la muchedumbre. Procuraron que Jerónimo Gil se encargase con Benavent de las cosas de su parcialidad, pero a pesar de su mucha resistencia ante las razones y promesas de los sediciosos, accedió al fin, que fue, (según dice Lanuza) “Harto daño de las cosas que después sucedieron porque era hombre de buena traza y muy rico y para emprender el negocio de veras, vendió un censal de 18.000 escudos

Hechos los preparativos necesarios para dejarse caer sobre Benabarre, trataron de sorprender a Ramastué, pero era él demasiado prudente y tenía tomadas las precauciones necesarias para evitar una sorpresa. Habíase trasladado días antes al castillo abandonando su casa que tenía en la villa. Los sublevados en gran número y con mucho esfuerzo ocuparon parte de la villa, y como estaban acompañados por el Bayle de Alós y otros bandoleros catalanes de la cuadrilla del Miñón (gente facinerosa y desalmada) hicieron en la villa grandes destrozos y quemaron y derribaron muchos edificios; pero los del castillo resistieron con valor todas las envestidas, matándoles mucha gente, y acercándose en su auxilio los parciales del Conde, los sediciosos levantaron el cerco el 17 de Febrero bajando entonces los del castillo  a la villa e irritados con algunos hijos de ella que habían ayudado a los sitiadores, les quemaron sus casa condenándoles por facinerosos y rebeldes desenterrando los muertos que pusieron en horcas. El furor de las guerras civiles ni a los muertos respetaba.

F. Luís Güerri Mir
Junio 2023

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