Chen de Capella

BHCR_15 – Rebelión de los Bandos en Ribagorza

Cripta de la Catedral de Roda

Los ribagorzanos eran inquietos y tuvieron siempre un afán de independencia muy acusado; por lo que aprovechando algunos disturbios, sacaron a la luz, con el objetivo de ganar más independencia, que D. Juan II, cuando otorgó el Condado a su hijo natural Alfonso de Aragón, lo hizo para 4 generaciones, al final de las cuales, los ribagorzanos, podrían elegir libremente si querían ser gobernados directamente por el rey o por el Duque de Villahermosa. Este fue el argumento que usaron los sediciosos para el levantamiento que tuvo lugar en Ribagorza en el año 1568. Estos sediciosos en un primer momento estuvieron alentados por el rey.

D. Martín de Gurrea, encontró apoyo en D. Antonio Pérez secretario del príncipe Felipe pero no de Felipe (que tenía mando en plaza cuando se ausentaba su padre Carlos I), éste tenía otras pretensiones respecto de Aragón y de Ribagorza.

Después de que el Conde-Duque de Villahermosa D. Martín de Gurrea y Aragón obtuviera la posesión de su Estado 1567, fue recibido en Graus como su señor, con justas y festejos públicos, entrando bajo palio y que en nombre de la población llevaban D. Martín de Bolea, los señores de Concas de La Penilla y Ramastué. Por esta prueba de su lealtad se atrajeron el rencor y el odio de los disidentes del condado, que disgustados juraron la destrucción de su señor.

Los largos pleitos sostenidos por la Baronía de Monclús contra el señor de Palafox, que dieron por resultado su incorporación a la Corona, alentaron todavía más a los de Ribagorza que empezaron a inquietarse contra D. Martín.

Deseando Felipe II incorporar el Condado a la Corona, los letrados de la corte se encargaron de hallar argumentos para que según ellos los títulos de Feudo concedido en Cervera por el rey D. Juan, habían fenecido; y que D. Martín lo poseía sin derecho.

Entonces el Príncipe D. Felipe que en ausencia del Emperador Carlos I su padre, gobernaba estos reinos por providencia fechada en Zamora en 10 de Junio del 1554, dando por sentado que el feudo del Condado de Ribagorza estaba en directo dominio de Su Majestad, mando poner insignia real conforme a los usos, constituciones y estado de Cataluña y ordenó escribir las letras requisitorias acostumbradas para el efecto de que el referido D. Martín no se entrometiese mas en dicho feudo, y que los vasallos de dicho condado no le pagasen los frutos ni rentas y sí lo hicieran a la Regia Corte.

Para llevar esto a efecto, daba comunicación al Bayle general de Aragón D. Manuel Sesé, para que fuera en persona a dicho condado y tomara posesión de él en nombre de Su Majestad. D. Manuel Sesé subió al Condado y reuniendo al Consejo General les comunicó la previsión real de la que era portador. Los del Consejo que no querían otra cosa que incorporarse a la Corona, consintieron y dieron la posesión pedida y se obligaron a acudir a la corte con todos los emolumentos e impuestos.. Todo esto quedó escrito en el debido documento entre el Bayle general y el Consejo de Ribagorza en 25 de Junio de 1554.

D.Martín de Gurrea y Aragón, acudió al tribunal del Justicia de Aragón, oponiéndose al intento de la Corte con el recurso llamado de “Aprensión”. Se formó un pleito reñido fallando al final a favor de D. Martín, en el año 1567; por lo que la orden de “aprensión” no se ejecutó, dando esto motivo a la formación de los célebres “bandos de Ribagorza”, manifestándose unos por las pretensiones de la Corona y otros por las del conde; originándose con ello sangrientos disturbios.

Como continuaban los odios y discusiones entre los pueblos, D. Martin se vio obligado a subir a Benabarre (capital del condado) con el fin de acallar los ánimos enconados y reparar agravios. En Benabarre le pidieron los ribagorzanos, nuevas franquicias y exenciones, y él le contestó que no podía acceder a sus exigencias por motivos independientes de su voluntad; y que mientras llegara el 22 de Enero (día de S. Vicente) momento en el que se reunía el Consejo, él se iría a Zaragoza y para dicha fecha volvería; lo que cumplió no sin antes mandar a su hijo Fernando. Esto tenía lugar en el 1576.

No habiendo dado satisfacción a las peticiones, la gente más inquieta apeló a las armas y en el siguiente año 1577, juntándose unos 700 hombres y dirigiéndose a Benabarre impidieron la reunión del Consejo General, temerosos de que el Consejo siguiera las indicaciones del Conde, sitiaron el palacio en el que residía el conde su hijo Fernando y su servidumbre y al cabo de tres días disgustado el conde resolvió marcharse de Benabarre y salió del palacio pasando por entre las filas de los insubordinados que rindieron sus armas, pero una vez fuera la comitiva del conde, celebraron con salvas su marcha y se retiraron a sus pueblos.

Pasados algunos meses, comprendiendo el país que los actos llevados a cabo por los sublevados eran una violación de la autonomía, el mismo Consejo llamó al Conde que mandó a sus hijos Fernando y Francisco con un acompañamiento regular entre el que había un portero real.

Una vez en Benabarre, los sublevados volvieron a sitiar el palacio gritando “fuego, mueran los traidores”. La intervención de los frailes del monasterio de Linares, persuadió a los amotinados para dejar salir del palacio a los hijos del conde y su comitiva. Una vez salieron del palacio, lo hicieron también los amotinados que eran unos 2000 mandados por D. Juan de Ager infanzón de Calasanz.

El conde, pacífico y amante de las cosas legales, acudió al Justicia Mayor de Aragón, que envió a un delegado, un portero de la Corte (Jaime de la Fuente), siendo su autoridad menospreciada y maltratados sus acompañantes oficiales.

De nuevo recurre el Conde al Justicia, que mandó a Benabarre un teniente, acompañado de un diputado del reino, un jurado de Zaragoza y tropas suficientes; nombrando como lugarteniente del justicia al doctor Jerónimo Chelez, seguido de fuerzas de caballería, maceros e insignias de su autoridad; pero ni aun con esto quedó la autoridad reintegrada a sus derechos.

Los sublevados dispararon sus armas e impidieron que esta comitiva cumpliera su cometido. Por toda esta causa se formó expediente, llevándolo a Zaragoza, y resultando de este proceso condenados a muerte varios de los sediciosos. La sentencia no se llevó a cabo a causa de la agitación y revolución que tuvo lugar en el condado completamente dominado por los rebeldes.

F. Luís Güerri Mir
Junio 2023

Índice | Capítulo anterior: Los duques de Villahermosa, Condes de Ribagorza | Capítulo siguiente: Sublevaciones y atropellos en Benabarre

Fotografía de la Cripta descubierta de la Catedral San Vicente, en Roda de Isábena
Autor Amadís
CC BY-SA 4.0