Chen de Capella

BHCR_17 – La religión en el Condado de Ribagorza

 

Como consecuencia que los territorios de esta zona pirenaica, conquistados a los moros, lo fueron con la ayuda de los condes francos, el culto cristiano que se desarrolló en ellos en el siglo IX  y más de la mitad del siglo X, dependió del arzobispado de Narbona, y luego del obispado de La Seo de Urgel.

Ramón I, intentó crear una sede exclusiva de Ribagorza, sin dependencias; de hecho nombró un obispo en contra de la voluntad del obispado de La Seo, pero tras más de 20 años de desencuentros por esta rebeldía, el condado volvió a pertenecer a la sede religiosa de La Seo de Urgel.

Entre los años 950 y 964, tras la muerte de Mirón y su hijo Guillermo, gobernó el condado Ramón II (hijo de Bernardo-Unifredo). Fue en este tiempo, alrededor del 956, cuando Ribagorza acaba gozando de obispado propio con la aquiescencia del arzobispo de Narbona.

Existe un documento que da fe, que en esas fechas se consagró la iglesia de San Vicente de Roda por un obispo llamado Odisendo que era a su vez hijo de Ramón II (año 956), constituyéndose en catedral.

Contra lo que pudiera parecer, esto no hizo que Roda se convirtiera en un gran centro rector del cristianismo de la zona.

La zona ribagorzana circunscrita en la cuenca del río Isábena, era un territorio muy expuesto a las incursiones árabes; de hecho, en el año 1006 Abd al-Malik (reyezuelo de Huesca), se apoderó de Roda y su obispo (de origen francés) fue apresado, se cuenta que fue liberado entregando como rehén a su sobrino, prometiendo su redención por dinero.

Su sucesor, falto de apoyos y sobre todo de recursos, tuvo que depender una vez más y en algunos asuntos del obispado de La Seo de Urgel.

Como contrapunto de esta falta de poder religioso directo en el condado de  Ribagorza, se crearon en los siglos IX y X, importantes  monasterios que fueron foco de cultura, centros de espiritualidad y en ocasiones instigadores de la defensa del territorio y aún de algunas de las incursiones contra el Infiel.

Los tres condados que luego constituyeron el Reino de Aragón, tenían una interesante cantidad de monasterios que además de dedicarse a los rezos desarrollaron una función cultural muy importante, recopilando documentos, libros y creando archivos.

En ocasiones  creando escritos como fedatarios de los contratos, donaciones o acontecimientos importantes.

Por otra parte cumplían igualmente una función económica, ya que especialmente por las donaciones, tenían en propiedad importantes extensiones de terreno que cultivaban o hacían cultivar, por lo que en una economía de subsistencia, los alimentos constituían un bien esencial.

De los numerosos cenobios de Ribagorza, destacaremos por su importancia algunos como:

Santa María de Alaón (fundada por el conde Bigón en el siglo IX), El Monasterio de Obarra, fundado igualmente por los francos que liberaron esta zona; y que alcanzó sus mejores años con el conde Bernardo-Unifredo.

En el Condado de Aragón se crean igualmente monasterios que adquieren notable relevancia, pero como curiosidad citaremos San Adrián de Sasabé ya que desde el año 920 es la primera diócesis aragonesa independiente de Pamplona.

Fuera del esplendor monástico, el resto de la población vivía pobremente, del pastoreo y de pequeños cultivos, o de lo que producía espontáneamente la tierra.

En un primer tiempo  y a medida que disminuía la situación de semi esclavismo que padecían los payeses y la extensión de los terrenos conquistados a los moros aumentaba, las personas se agrupan en villas próximas a las zonas fortificadas, pagando “diezmos” y otras prebendas al conde o al “señor “que les daba protección.

Con el avance de la toma de territorios especialmente a partir de que el condado de Ribagorza pasa a ser controlado por el rey  de Navarra, ésta situación varía; y son los señores de las fortalezas fronterizas los que eximen de impuestos  a quienes se instalan en estas zonas recién conquistadas, para repoblarlas y en todo caso para defenderlas si fuera menester.

F. Luís Güerri Mir
Junio 2023

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Imagen: Dominio público