Chen de Capella

BHCR_06 – Organización Social

La organización social en Pallars y Ribagorza, era muy sencilla; apenas existían jerarquías administrativas o militares. Gran parte del siglo IX hubo un solo conde y algunas figuras jerárquicas de origen godo.

“A finales del siglo IX comienza un proceso de expansión condicionado por el aumento de población que va concentrándose en villas con entornos agrícolas regidos por un noble que tiene la función de defender el territorio.

La sociedad va sufriendo cambios, pero no uniformes en todo el territorio conquistado; así en Ribagorza, con más influencia carolingia va evolucionando hacia un sistema feudal; en cambio en el Condado de Aragón predominan los pequeños propietarios y en la frontera surgirán elementos destinados a la defensa y que poseerán tierra y hombres para cultivar y defender.

Estas diferencias son las que posiblemente condicionaron que el Condado de Aragón terminara por ser el cemento que unió los tres condados surgiendo como reino en el siglo XI” (Aragón Medieval. J. Ángel Sesma).

En Ribagorza a finales del siglo X aparecen los “seniores” como autoridades locales representativas del conde.

La justicia la administraba el conde. Los tribunales no se componían con funcionarios especiales, sino por árbitros, siendo el procedimiento muy rudimentario; oral y sin apenas documentos (al menos por parte de la gente más rústica, que tan sólo podían alegar los derechos hereditarios; no así los monjes que aportaban pergaminos para justificar sus demandas).

Las compensaciones pecuniarias por delitos cometidos contra la personas fueron en Ribagorza una norma jurídica.

Las comunidades religiosas, cada vez más ricas, necesitaron pronto quién las defendiera frente a desaprensivos y ambiciosos, originándose una institución que fue el germen de las órdenes militares.

Hubo en Ribagorza, en los primeros tiempos, siervos personales y siervos adscripticios. La servidumbre personal, tan difundida en el periodo visigodo, se conservó en Ribagorza. La condición jurídica de los siervos ribagorzanos, era la misma que en el resto de los condados de la “Marca Hispánica”. Tenían una falta casi absoluta de derechos.

Modificando las condiciones de los antiguos siervos personales y de los adscripticios o de la gleba, nacieron los “payeses de la remansa” (eran transferidos con el predio también llamado “manso”. Se les denominaba “capdemanso” y su principal condición jurídica era ser inseparables del predio.

La donación de siervos era frecuente. En el año 1096 el rey D. Pedro Sánchez, queriendo demostrar su devoción a la iglesia de Calasanz, le dio tierras de labor, casa en Monzón y Barbastro y dos payeses con todo su “alodio” (conjunto de bienes). Ramiro I da al monasterio de S. Vitorian, dos hombres con todos sus bienes presentes y futuros, sus hijos y toda su descendencia. Igualmente Bernardo de Benasque, en 1099 dio a la catedral de Roda un siervo llamado Sunifredo, con todos sus bienes y con sus hijos.

Ceder a una o varias personas como podían regalar una bestia, era inhumano, pero todavía resulta más extraño que el donante se mostrase feliz pensando que con eso se ganaba un puesto en la gloria eterna.

Un siglo después se dulcificó la suerte de aquellos hombres. Desde el siglo XI se limitan estas normas tan inhumanas y quién trabaja la tierra puede adquirir y poseer bienes, aunque debían contribuir con tributos (Guillen Per, donado en 1124 al monasterio de Obarra, tenía la obligación de pagar siete hogazas de pan, un cuarto de cordero, un pernil de tocino, y algunas otras cosas más livianas). En otros casos tenían que dar el “diezmo” de sus frutos.

Ya en el siglo XIII todos los payeses ribagorzanos pasaron a la condición de “Censatarios” y pagaban un canon de los productos que producían.
Muchos de estos payeses “donados” obtuvieron la condición de “villanos Solariegos” antes que en otros territorios, y gozaron muy pronto de derechos que en Castilla no obtuvieron hasta finales del siglo XIV.

En Ribagorza, por sentencia que dieron en 1118 Poncio (Abad de San Vitorian ) y Balá (Prior de Obarra) se establece que los solariegos de varias aldeas pudieran cambiar de domicilio al casarse y llevar consigo los bienes muebles, quedando las fincas que cultivaban a cargo de los demás villanos adscritos a ellas.

Los contratos de ofrenda a los monasterios, llamados de “oblación”, solían ir acompañados de clausulas penales. Cuando Ramón Arnal se consagró al Monasterio de Alaón, dio al abad Gauberto un siervo llamado Bernardo, que tenía en la propiedad de Cellés, y lo donó juntamente con su madre y los hermanos de éste, con la condición de que si él abandonaba su obligaciones en el monasterio, perdería los derechos sobre todo lo donado.

En algún caso la “oblación”, era hija no de la piedad, si no que se constituía como un castigo por un delito cometido contra las personas eclesiásticas o sus bienes. En 1136 Raimundo Altemir del pueblo de Castanesa, por haber defraudado al monasterio de Alaón negándole sus derechos, se vio en la obligación de ofrecer cada año 1 cena al Abad, 5 cenas a sus vasallos, y pienso a tres jumentos; obligación que hizo extensiva a sus descendientes.

Como forma especial de “oblación” (ofrenda), es interesante el relatar un pacto que consiste en obligarse un hombre libre a la defensa de un monasterio de forma gratuita y por un periodo de tiempo concertado (este fue probablemente el origen de las Ordenes Militares).

En ocasiones y para determinados delitos, en lugar de compensarse con dinero o bienes terrenales se decidía que el reo compensara su deuda con la defensa de los monjes de un monasterio durante un tiempo. Así se descubre en un escrito en el que Gaucerando, por haberse apropiado de los diezmos que correspondían al monasterio de Alaón, temiendo ser excomulgado, se ofrece con sus hijos para la defensa de dicho monasterio “Milites Beatae Mariae”

La emancipación de los siervos iniciada en el siglo XI, avanza con rapidez en los siguientes años. Como ejemplo vemos que en 1112 Bernardo Abad de Alaón, dio carta de franqueza y libertad a un siervo llamado también Bernardo y a su mujer Ermengarda, con tal de que siguieran pagando al monasterio los diezmos y primicias de los productos obtenidos con su trabajo.

 

F. Luís Güerri Mir
Diciembre 2022

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Fotografía del Retrato imaginario del rey Pedro I de Aragón († 1104), que fue hijo del rey Sancho Ramirez de Aragón y de la reina Isabel de Urgel.
Manuel Aguirre y Monsalbe
Dominio Público