Chen de Capella

Las bombas de Palomí

Las Bombas de Palomí

Una vez terminada la Guerra Civil Española se estableció un cuartel del ejército en Graus.

De vez en cuando, los militares marchaban hasta Capella, montaban sus cañones y realizaban prácticas de tiro.

Sus lugares predilectos para estas prácticas eran el camino de las Mangllaneras y la Pllanafonz, siempre apuntando sus cañones hacia la sierra, específicamente hacia la zona conocida como Palomí.

Ahora bien, los proyectiles no siempre seguían el guion previsto y detonaban. Los militares, con su meticulosidad, llevaban un registro de los disparos y de aquellos proyectiles que, al impactar en la sierra, cumplían su cometido y explotaban.

Cuando las prácticas concluían, un grupo de soldados era enviado a la sierra, con la misión de hacer estallar a los proyectiles que, por alguna razón, se habían resistido a detonar.

A veces, el disparo de un fusil a un proyectil localizado bastaba para lograrlo. Otras veces, los proyectiles parecían jugar al escondite y no todos eran encontrados. Finalizada la búsqueda, los soldados retornaban al cuartel.

Pero en esta historia no sólo había militares atentos a los disparos y las explosiones.

Un grupo de niños, con su curiosidad desbordante y el valor que da la inocencia, también llevaba su propio recuento.

Si detectaban que quedaban proyectiles sin detonar, emprendían una aventura hacia la sierra para buscarlos.

Una vez encontrados, los desmontaban para extraer el cobre, metal valioso en aquellos tiempos.

A pesar de la peligrosidad de la tarea, o quizás sin tener plena conciencia del riesgo, la osadía de estos pequeños aventureros prevalecía.

Hubo una ocasión, la recordarán siempre, en la que se toparon con un proyectil particularmente reticente a ser desmontado. Así que, decidieron acudir al herrero.

En la herrería, y con la ayuda del fuego, intentaron desarmarlo. Sin embargo, como uno podría esperar, el proyectil explotó.

Un ayudante del herrero, que no era de Capella, resultó herido en el incidente y tuvieron que trasladarlo a Huesca para recibir atención médica.

Aunque los niños viven una época de inocencia, aventura y riesgo, esta historia sirve como un recordatorio de la peligrosidad que a veces conlleva la curiosidad sin límites. Es también un testimonio de la valentía y la astucia, pero ante todo, es una advertencia sobre los riesgos de jugar con lo desconocido.

Y así, más o menos, es como me han relatado esta historia.

M.
2023