Chen de Capella

La raboseta la Bruballa

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Los cuentos del sacristán

Había en Capella, hace muchos años un sacristán, Pablo Ciutad, mi bisabuelo materno. Vivía cerca de la iglesia, en Casa el Estanco, donde paso hoy con mi familia los mejores días de las vacaciones. Parece ser que era un hombre muy bueno y muy querido por todos ya que era el cuentacuentos del pueblo. En unos tiempos en que abundaban las obligaciones y las privaciones y en que las diversiones eran pocas ¡qué suerte tener un vecino con una imaginación prodigiosa y grandes dotes de narrador! Cuentan quienes lo recuerdan que siempre estaba rodeado de críos y de mayores que le pedían una y otra vez sus cuentos.

Hoy os traigo, a través del túnel del tiempo, el cuento de La raboseta la Bruballa. Este cuento-fábula es de todos nosotros, pertenece al folklore de Capella. Yo, simplemente, me he decidido a poner por escrito la versión que recuerda mi madre para compartirla con todos vosotros.

La raboseta la Bruballa

 

Fa muchos años, viviban en la Bruballa una raboseta y un llop que eban muy amigos. Todas las noches saliban juntos a cazar y a cagar.

Pero un buen día…

– ¡Raboseta!, ¿Qué no viens? ¡Baja, que t’espero!
– No, llop, hoy no viengo, que no estoy fina, no sé qué tiengo…
– ¡Au, raboseta, no seas así…! ¡Viene, que irén a cazar!
– ¡No, no que ya he comiu en casa!
– Pues sal un ratet, que irén a cagar…
– ¡No, no que ya m’he cagau en casa!
– ¿Sabes de qué m’acabo d’enterar? Que ny’hay una boda en Capella – va dir el llop pa convencela.

La raboseta, que ya el sabeba feba días, había pensau iye ella sola a la Capella pa comer hasta reventar y no pensaba diloye al llop, así n’eba d’egoista.

– ¡Bueeeno… espeeera… que vieeengo… – le va contestar cuan se va ver descubierta.
– Si caminán toda la noche – va dir el llop – llegarén justo cuan estén toz en misa y mos farén una buena lifara.

Y así mismo va pasar. Van llegar a Capella quan toz estaban en la iglesia. El llop y la raboseta van seguir el rastro de la olor de la comida i van trovar en seguida la casa ane s’había preparau el convite.

– Espera aquí fuera y vigila – va dir la raboseta – que yo soy más menuda y ye cogeré mejor per la ventana y desde dentro te iré tirán la comida.

La raboseta d’un brinco va llegar a la ventana y en un no res se va plantar en medio la cocina. ¡Animalada cuánta comida ny’habeba! No sabeba per ane empezar y se va decidir per una cazuela de perdices en escabeche. Va quedar más que satisfecha pero eba tan engruciosa que la va emprender con una fuente de chiretas. Y no se va acordar mai més del llop. Mientras tanto el pobre animal esperaba fuera, impaciente:

– ¡Rabosetaaa! ¿Qué faaas? Tírame la comida que tiengo fame.

La rabosa ni el sentiba; tan ocupada estaba que no se’n va acordar del llop hasta que estaba farta que no en podeba más. De golpe va pensar:

– ¿Y ara que foi? ¿Qué le digo al llop? ¡Si m’he zampau toda la comida!

Pero como eba muy pillina y ingeniosa va tenir una ocurrencia. Va trovar una olla de fideos y se la va tirar toda per encima mientras tiraba pel suelo los cazos y las ollas fen muuucho ruido. El llop – que sentiba semejante estrapalucio desde fuera – estaba muerto de miedo y sentiba los lamentos de la rabosa:

– Aaaayy… aaayyy… que me matan… aaayyy socorro, pobreta de yooo… aaayy, que me pegan….

En esto que el llop la vei asomar per la ventana de la cocina con los fideos per la cabeza y toda moïna le dice:

– M’han queriu matar… mira, mira… que me salen los sesos de la cabeza – le dice enseñán los fideos que s’había tirau per encima.

El llop, aunque eba un poco simple, teniba tanta fame que va sentir la oloreta del caldo de gallina que feban los fideus y se va dar cuenta de la burla, pero no va dir res.
La rabosa estaba tan farta que arrastraba la tripa pel suelo, no podeba dar un paso y se veyeba incapaz de tornar a la Bruballa.

– ¡Aaayyy, llop, no puedo caminar; m’han dau semejante batán que m’han dejau baldada!
– No te preocupes, sube a colletas, que yo te llevaré.

La raboseta estaba tan farta y satisfecha y tan cómoda encima del llop que iba cantán toda contenta:

– Tripeta mieta,
Farteta que estoy,
A la cameta me’n voy.

– ¿Qué dices, Raboseta?
– Reeesss… reess…que tot me fa mal… que me’n quiero ir a la cameta.

Y al cabo d’un rato, con voz aguda i despreocupada:

Tripeta mieta,
Farteta que estoy,
A la cameta me’n voy

Cuan el pobre infeliz va entender lo que diba la pillina se le va acabar la pacencia. En ixe momento, en el camino de tornada a la Bruballa se va trovar con una paret de pedra d’ixas que separan un campo de otro y el llop va decidir ir per arriba.

– ¿Veis el suelo, Raboseta?
– Claro que el veigo, no estoy pas ciega. Y tornaba a cantar confiada:

Tripeta mieta,
Farteta que estoy,
A la cameta me’n voy

– Y ara, ¿veis el suelo? – le va preguntar a mitad de l’ espuenda.
– Ui, no guaire, ara el veigo llejos.

El llop va seguir subín un poco más y cuan estaba ben alto y la rabosa ben confiada va pegar un brinco, se la va sacudir d’encima y la mala bestia va caer al camino d’abajo con un buen trompazo.

– Aaayy… aayy, ¿qué ha pasau? ¿qué m’has fecho? Ay, que no me puedo mover.
– ¡Ara sí que te quejarás de verdad, desvergonzada !

El llop va tornar a la Bruballa sin chirar la vista atrás ni un momento y mai més va tornar a cazar ni a cagar con la rabosa.

¡Cuento contau, cuento acabau!
¡Cómo me’l van explicar toz l’he explicau!

Cristina Bauret Ciutad