Chen de Capella

¡In Memoriam!

Taxista de Capella en Barcelona

Hoy en día nos quejamos con frecuencia de la carestía de la vida, del precio de la gasolina y de la cesta de la compra que, verdaderamente, están por las nubes. Pero, ¡seamos justos! Seguimos siendo unos privilegiados. Hoy España es un país que recibe emigrantes. Solo hace falta que levantemos la vista y veremos a nuestros vecinos rumanos, colombianos… luchando por abrirse camino lejos de su país.

Hace muy poco, tan solo una generación atrás, España fue un país que vio a sus hijos repartidos por el mundo. Nuestros padres, sin ir más lejos, sufrieron el drama de la emigración con naturalidad. Un drama que se vivió en todas las familias del ámbito rural y Capella no fue una excepción.

Tienda en Barcelona de un descendiente de Capella

¡Cuántas mares van preparar, resignadas, la maleteta de cartón con dos mudas y dos camisas limpias al zagal que marchaba a la capital –monstruo lejano y desconocido- a ganarse el pan! ¡Y cuántas van rechirar pel fondo del baúl pa sacar del calcetín unas pocas perretas ahorradas con esfuerzo!


¡Cuántos Pepitos, Marios, Amelias, Milagros, Ramons, Constantinos o Pepons van tenir que marchar de casa perque no habían naciu los primeros!

Digo “van tenir que marchar” porque, al igual que en cualquier época de la historia y en cualquier país del mundo, solo unos pocos abandonan el calor del hogar por sed de aventura. En la mayor parte de los casos, el hambre y la miseria son las fuerzas que empujan al emigrante.

La otra Capella

Y como consecuencia estamos nosotros: “La otra Capella”. La Capella nacida en Barcelona u otros lugares como consecuencia del éxodo rural.

Viene a mi memoria una frase del célebre autor de La Regenta, Leopoldo Alas “Clarín” que dice: “Me nacieron en Zamora”.

¡Cuántos de los que ahora leen estas líneas podrían decir: ¡A nosotros nos nacieron en Barcelona!”

Con este escrito quiero dar voz a toda una generación: la mía. Aquellos para quienes la llegada del verano significaba el reencuentro con familiares y amigos, la libertad y la felicidad. Y digo FELICIDAD y lo escribo en mayúsculas porque Capella era eso para nosotros. Nunca nos sentíamos tan plenos, tan libres de preocupaciones y formando parte de algo tan importante como cuando estábamos en Capella.

Capella. Niñas en la calles de las Eras

Éramos hijos de la emigración y nos habíamos criado al calor del recuerdo de la tierra siempre presente en nuestras vidas. Y “esa otra Capella” se hizo amiga de los que se habían quedado y aún hoy seguimos siendo amigos porque los vínculos que se estrechan en la infancia son imperecederos.

Y cuando nos juntamos, todavía hoy, brotan los recuerdos de nuestras vivencias en común, anécdotas y trastadas de los veranos que compartimos. Y con el recuerdo rejuvenecemos y parece que no haya pasado ya toda una vida. Porque, como dicen “los chobes del llugá” “Capella cunde pero nosotros… más”.

Muchos de nosotros hemos vinculado a nuestros hijos a la tierra de sus abuelos y hemos tendido un fino hilo que los amarra con firmeza a sus orígenes. Todos hemos escuchado con ilusión las mismas frases que decíamos nosotros cuando éramos críos: “¿Falta mucho? ¿Ya llegamos? ¡¡¡Ya estamos en Graus!!!

Niños en la piscina de Capella

Aquí va mi recuerdo y mi gratitud para todos aquellos que quisieron mantener vivo el recuerdo de sus orígenes y supieron transmitir a sus hijos el amor por la tierra que los vio nacer.

Cristina Bauret Ciutad

  • Fotografía del taxi. El conductor es Mario Bauret Monclús. Fotografía proporcionada por Mario Bauret Español
  • Fotografía de la tienda. En ella sale Pepito Monclús Portella. Fotografía proporcionada por José Luis Monclús Ariño
  • Fotografía de las niñas en la calle de las eras. Fotografía proporcionada por Cristina Bauret
  • Fotografía los niños en la piscina. Fotografía de Mario Bauret Español