Como en muchos otros pueblos, en Capella hay una fuente que antiguamente era la encargada de abastecer de agua de boca a la población al mismo tiempo que cumplía las funciones de abrevadero y lavadero. La Fuente de San Ramón era imprescindible para la vida de la comunidad pues era el único lugar donde se podía obtener agua potable a falta de agua corriente en las casas.
El pueblo de Capella está situado en un montículo elevado mientras que la fuente está mucho más abajo, a pie de carretera y al nivel del río. Se halla, por tanto, alejada del núcleo urbano y su acceso es el empinado Camino de la Fuente. Las encargadas de la pesada faena de ir a buscar agua eran las zagalas que, sin embargo, encontraban en esa actividad un motivo de diversión, de encuentro con las amigas y …como no, con los pretendientes. En aquellos tiempos en que la niñez era breve, la adolescencia no se contemplaba y los críos asumían rápido obligaciones de adultos (tareas de casa, cuidado de hermanos pequeños, trabajo en el campo…) la fuente era un lugar de solaz y distracción. La fuente y su empinado camino jugaron durante mucho tiempo un papel relevante en la vida de la villa de Capella. En los malecones que jalonaban el camino se paraban las zagalas esperando ver aparecer al zagal que les gustaba. ¡Cuántos festejos surgieron allí lejos de las miradas de los de casa! ¡Cuántos botijos se vaciaron a mitad de camino para poder volver a la fuente a llenarlos si el mozo que bajaba en ese momento era de interés! ¡Cuántas charradas, cuántas risas, cuántas anécdotas nos explicaría esta fuente si pudiera hablar! Porque la fuente de San Ramón fue mucho más que una fuente.
La vida bullía alrededor del agua porque junto a la fuente estaba el abrevadero donde los homes daban de beber a las caballerías. También había un lavadero, hoy restaurado, que servía de lugar de encuentro a las mullés. Posteriormente se construyó otro en la acequia, también cerca de la fuente, que permitía la “comodidad” de lavar de pie y no de rodillas.
Pero, además, la fuente se hallaba en un lugar de paso obligado para llegar a las huertas. Es una lástima contemplar el abandono que sufren hoy, sobre todo para aquellos que recuerdan la actividad frenética que había en aquellos pedazos de tierra ricos y fértiles de antaño.
La fuente, casi olvidada hoy, es símbolo de otros tiempos. Esta evocación de la Fuente de San Ramón, del camino de la fuente, de las huertas… no es más que un recuerdo nostálgico de aquellos tiempos en que los ninons y las ninonas chugaban per las calles, las mullés subían per la tarde con las cestas llenas de tomates y calabacins o de ixos veranos eternos cuan la chen feba la digestión de la cena en la calle, tomán el fresco con los vecinos.
Cristina Bauret Ciutad